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Sinopsis
En la desdichada e interminable "guerra de Marruecos" (recuérdese Las brujas, de Chamizo), hay un episodio sublime que protagonizó un puñado de soldaditos extremeños. Se trata de la heroica defensa de Kobba-Darsa, un mínimo reducto en las montañas del Rif, defendido por la guarnición española frente a los ataques feroces de las cábilas. Felizmente, allí nos e produjo un nuevo desastre de Annual gracias a la increíble resistencia de la guarnición y a la oportuna llegada de los legionarios, bayoneta al ristre para destrozar a los sitiadores. Entre los componentes del Regimiento Serrallo 69, encargados de la defensa del lugar, figuraban soldados de reemplazo, en su mayoría cacereños. Corría el año 1924 y Monte Arruit aún era una pesadilla. Parapetados en aquel reducto de una loma cónica cercana al río Lau, los jóvenes campesinos derrocharían valor frentre a fuerzas muy superiores en número, excelentes conocedores del lugar. Escasos de víveres y municiones, sin apenas agua, resisten día tras día los embates del enemigo, hasta que la Legión consigue liberarlos. Sólo la escasez, los sufrimientos físicos, las duras tareas agrícolas que llevaban soportando desde su infancia campesina, puede explicar la extraordinaria resistencia de aquellos hombres, capaces de manejar el fusil con la misma eficacia que antes desmostratorn en el uso de la hoz, los azadones o las guadañas bajo el implacable sol de Extremadura. Eran tan duros, si no más, que los curtidos rifeños. Casi ninguno alcanzaba el 1,70 mts. de estatura, pero todos tenían ímpetu indomeñable y un sentido del honor fuera de lo común. A Miguel Ángel Rodríguez Plaza se debe el conocimiento de aquellos héroes y de lo que despúes sería el caminar por el terruño de quienes se salvaron.