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A través de los avatares de una familia morisca del reino de Granada, Tariq Ali pinta un fresco inolvidable de esos días decisivos en que, con un telón de fondo presidido por la siniestra figura del cardenal Cisneros, por las hogueras inquisitoriales, por espías, intrigas y escaramuzas, la luz de una civilización espléndida declina lentamente.