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Sinopsis
Me llamo Sebastián. Me bautizaron en la iglesia de los Santos Mártires de Brozas. Cuando iba a la iglesia mi mente infantil se inquietaba por aquel santo pintado en el altar que tenía el cuerpo lleno de flechas. Era el niño que salía a la calle y era feliz en las matanzas que con gran
alegría reunían a la familia, con aquellos Reyes Magos tan humildes e ilusionantes, o con las fiestas de san Antón que llenaban de júbilo el mes de enero.
Ese es el espíritu de las fiestas del mes primero. Se pasa del dolor a la alegría. De la muerte del invierno al regocijo de la primavera que se barrunta. Del Jarramplas que se apedrea al ser humano que ha dado función. De tantos sansebastianes asaetados a las alegrías de los convites,
a las carreras en Pela, a los danzantes de Peloche, a los caramelos de san Mauro... Las bestias de las carantoñas bailan con las regaoras. En Portezuelo se recibe gustoso a los Santos Mártires, pero también se llora al recordar a los que no están. En Torrejoncillo los niños y niñas tocan
el esquilón y se recitan las coplas de la rosquilla...¡Tantas historias!
Siempre he sentido un especial cariño por las celebraciones del mes de enero, el mes de los fríos y de los carámbanos.
El ciclo de las estaciones se ha vivido durante siglos con la certidumbre de que junto a cada tiempo, el que trae frío, nieves o calor, la comunidad rural avivaría los vínculos que la unen a través de la fiesta. Buena parte de las más destacadas que se celebran en Extremadura lo hacen alrededor del veinte de enero, festividad de san Sebastián: A los 20 de enero recorre esos encuentros singulares a través, esencialmente, de la fotografía, que documenta esos instantes únicos y pone de manifiesto su valor como acontecimiento que no se debe perder. Y
los Cuadernos Populares, una institución editorial en nuestra comunidad, es el mejor albergue para esa experiencia comunitaria, y nunca mejor que en el tiempo que estamos viviendo.