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Sinopsis
La novela no es el calco de una vida. El ensayo no es una reproducción de la existencia. Un artículo no es la quintaesencia de la realidad. Cuando examinamos la creación de un novelista, de un ensayista, de un articulista, sabemos que no podremos agotar el ingenio y la agudeza de quien así se expresa, de aquel que mira y se inspira. Un escritor es sobre todo un observador, alguien que otea y registra, que aprecia, distingue y anota. Luego la fantasía y, mejor, la invención le llevarán lejos, muy lejos. Con sus datos siempre escasos ha de imaginar, conjeturar, columbrar lo que fue, es o pudo ser, lo que bien pudo haber sido, lo que deseamos o tememos que sea.
Cuando Antonio Muñoz Molina no escribe ficciones, sus textos no son meramente alimenticios. Son la síntesis de su mirada expresada, de su escrutinio verbal.
Este ensayo, debido a Justo Serna, añade, completa y desarrolla una reflexión de años: años dedicados a leer a Muñoz Molina, un tiempo destinado al autor que nos conmueve y nos inquieta.
No hay en su obra, en Muñoz Molina, mayor o menor palabra excedente, vana u ornamental. Hay, sí, letra pequeña, el compromiso de un acuerdo o convenio: las condiciones de un contrato fiduciario con el lector. De Elvira Lindo lo hemos aprendido.