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Sinopsis
Mi padre, 85 años y poco hablador, llevaba días viendo en los noticiarios de la televisión catalana las imágenes del fugado Puigdemont en Waterloo, con su chalé, sus comilonas y sus periódicas solicitudes a los catalanes para que engordaran la caja de resistencia que le permitía mantener su tren de vida. En esas, el viejo soltó su sentencia. Los abuelos son muy de sentencias, concisas como disparos de Star, que una vez pronunciadas permanecen resonando en la cabeza. Me pareció incluso que en el comedor quedó cierto olor a pólvora:
Aquest és un vivales.
Bang.
Me gustó escuchar de nuevo una palabra en desuso que tenía olvidada en la memoria, me gustó recuperarla, me gustó buscarla en el diccionario y hallar una definición, «persona vividora y desaprensiva», a la que no le faltaba más que la foto de Puigdemont comiendo mejillones en Bélgica a cuenta de los seguidores de su fe y saludando a la cámara quizás con un lamparón en la camisapara alcanzar la perfección.