Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Sinopsis
Comparando lo que sabemos del viaje que, cuando era marino, efectivamente Conrad hizo al Congo, el de su personaje Marlow es acaso más complejo e interesante porque suma, a las dificultades prácticas, toda una serie de reflexiones y dilemas morales de los cuales nos enteramos a través de la voz de dos narradores: el primero, uno de los innominados oyentes del relato de Marlow y, otro, el propio Marlow, protagonista de su historia y a la vez testigo de la del misterioso agente Kurtz. Se observará entonces que hay allí tres planos superpuestos que permiten considerar la complejidad de un texto de apariencia sencilla, tan lleno de meandros y remolinos como el curso del río Congo que penetra "cada vez más adentro del corazón de las tinieblas", en las que se encuentra el alguna vez civilizado Kurtz, cuyo corazón es, asimismo, "de una impenetrable oscuridad".