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Sinopsis
Los mitos de la democracia son necesarios en nuestra forma de vida. No queremos prescindir de ellos, y todas las alternativas parecen inviables y peores. Pero usados de manera totalitaria y sobre individuos manipulables, pueden ser muy peligrosos. Mucho más que un martillo.
La democracia es hoy una forma de vida y de gobierno incuestionable. No hay nadie que reniegue de ella o que no afirme querer defenderla. Pero tal éxito es compatible con que no nos pongamos de acuerdo sobre a qué nos referimos cuando hablamos de democracia. Como estamos viendo, también es compatible con la degradación de la vida pública y con el cuestionamiento de las instituciones y procesos que la encarnan. En ocasiones, la idea de democracia que se propugna se contradice con otros valores, o está sostenida en tópicos vacíos, prejuicios y mitos. Se olvida su carácter político, histórico y conflictivo. Las consecuencias pueden ser varias y peligrosas: desde el desinterés por la política hasta, en el extremo opuesto, la inflación populista de ella.
Este excelente libro de Alfonso Galindo y Enrique Ujaldón -filósofos, especialistas en pensamiento político- analiza diez mitos de la democracia que corren el riesgo de convertirse en dogmas excluyentes: los de pueblo, participación, privado-público, derecha-izquierda, libertad, igualdad, entre otros. Mitos que defendemos, que hacemos nuestros, cruciales para la forma de vida política más valiosa que poseemos. Pero es preciso no olvidar su carácter de mitos, es decir, de creencias y rituales contingentes y revisables, para que el brillo falso no nos deslumbre y aprendamos a diferenciar la mena de la ganga. Analizar los peligros que encierran los principales mitos que sostienen la democracia y, a la vez, son sostenidos por ella, se antoja necesario porque engloban riesgos que, si permanecen impensados, pueden arruinar y sofocar su valor, convirtiendo lo que puede ser precioso en terrorífico. Sólo una sociedad que no se abandone a la inercia de asumir acríticamente mitos convertidos en dogma, evitará la demagogia populista y mantendrá viva la conciencia del carácter constituyente y abierto de la democracia.