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Sinopsis
"El mundo no lo cambia nadie", dice el sembrador de adoquines, Alfonso, para quien las ideas han sido derrotadas por el ruido y las mentiras vestidas de verdades absolutas, y para quien vivimos en una realidad falsa y sin salida. De ahí la importancia de lo pequeño e íntimo, del sabor auténtico de lo que se siente con pasión y convicción, desde la escucha de una canción hasta el placer que produce un pasaje novelesco. Ahí se encuentra lo extraordinario de una vida apacible, casi sigilosa, como la manera en que esta historia se nos cuenta, sin rupturas ni alharacas.
De lo que se trata es de contar una certeza -"el miserable fin de nuestros días" leemos nada más empezar el libro en los versos de García Mora- sin asomo de tremendismo.