Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Sinopsis
En su relación con la dimensión institucionalizada de la nación, la cultura nacional española surgió a lo largo del siglo XIX de la adecuación entre la entidad política del Estado y el sistema político liberal, la convivencia entre las ideologías y las culturas políticas, las realidades cotidianas de la vida social y el conjunto de producciones intelectuales, artísticas o técnicas que a ella se referían. Sin ser única, ni uniforme, sino plural y diversa, la noción abarcaba e incluía desde la historia nacional y su equivalencia con la historia de la literatura, la lengua castellana, el arte, los saberes políticos y las ciencias naturales, hasta el amplio cortejo de fenómenos intelectuales y valores morales asociados a la religión católica y los sentimientos patrióticos, sus traducciones simbólicas y sus imágenes alternativas, las interpretaciones que dieron lugar al mito de las dos Españas y la cultura del recuerdo o de la conmemoración.
En este sentido, los discursos y rituales de la nación alumbrados desde el primer liberalismo se vieron reforzados por la sociedad conmemorativa y la cultura de la conmemoración oficial que se consolidó a partir de la década de 1880. Un espectáculo público de la memoria histórica cuyas representaciones, ejecutadas por toda la geografía estatal en sus versiones locales y nacionales, incluían un variado repertorio de concursos académicos, juegos florales y aniversarios literarios y artísticos. A medida que el Estado de la Restauración aseguraba su posición, este catálogo se fue ampliando con la organización de magnos certámenes mercantiles e industriales (la Exposición Universal de Barcelona de 1888, la Hispano-francesa de Zaragoza de 1908 o la Iberoamericana de Sevilla de 1929) y, por supuesto, con las celebraciones de las «gloriosas efemérides» de la historia española. En este punto, por razones bien distintas pero con la función idéntica de reforzar los contenidos del nacionalismo español, dos eventos desplegados sobre el horizonte de expectativas y experiencias del Desastre contribuyeron de manera especial a desarrollar los mecanismos de las conmemoraciones oficiales: por delante, el IV Centenario del Descubrimiento de América de 1892, considerado por Edward Baker, «la culminación de la cultura conmemorativa decimonónica para la España oficial»; y, por detrás, el Centenario de los Sitios de Zaragoza y la Guerra de la Independencia de 1908.
Las cosas cambiaron con el resultado del conflicto de 1936-1939. En la medida en que los «enemigos» pasaron a ser los mismos españoles, la guerra civil y la suciedad política de la infinita posguerra romperán en pedazos el concepto de cultura nacional. Una vez silenciados los muertos, los exiliados, los cautivos y los vencidos, la abrumadora dictadura del general Franco se situó al margen de la historia al persistir de forma continua e incesante en perpetuar la profunda escisión de la idea de España. En la práctica, las nuevas doctrinas que se autoproclamaban como esencialmente nacionalistas, convirtieron la cultura del recuerdo y la conmemoración española en un cárcel para el futuro. Las políticas de la conmemoración de la dictadura fomentaron la imposición de una cultura nacional española unívoca y uniforme.
Desde 1975 hasta la actualidad, la vuelta a la pluralidad política impulsó el desarrollo de toda una serie de procesos conmemorativos y festividades públicas conectados con la construcción del Estado de las Autonomías y las nuevas sensibilidades políticas e identidades nacionales. A nivel estatal los gobiernos del PSOE y el Partido Popular plantearon sus políticas conmemorativas a través de un organismo dependiente del Ministerio de Cultura: la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (en la actualidad Acción Cultural Española). Las incertidumbres actuales derivadas de las diferentes visiones de España y la identidad de los españoles se han reflejado en los conflictos sobre la memoria y la deslocalización conmemorativa del Bicentenario de la Guerra de la Independencia. La era de la postglobalización abierta por la crisis económica ha vuelto a poner de actualidad las políticas de las conmemoraciones nacionales y el mismo concepto de la cultura nacional española.