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Sinopsis
El enfrentamiento entre Pedro I y Enrique II de Castilla culminó en la guerra fraticida de 1366-1369. Dicha contienda entronizó en Castilla a la dinastía Trastámara, que habría de tener un protagonismo decisivo en la España bajomedieval, no solo por su ocupación del trono de Castilla y León, sino también porque, desde 1412, en virtud del compromiso de Caspe, una rama menor de la misma asumió la corona de Aragón. Sus últimos representantes ?dejando a un lado el reinado ficticio, en Castilla, de Juana I? serían los Reyes Católicos, principales forjadores de la Monarquía Hispánica. La llamada ?Revolución Trastámara? tuvo el respaldo de buena parte de la nobleza castellana, así como de la Iglesia, descontentas con la política de Pedro I. La guerra no solo afectó a los otros reinos peninsulares (corona de Aragón, Navarra, Portugal y Granada), sino que tuvo amplias repercusiones internacionales, insertándose en la guerra anglofrancesa de los Cien Años. El apoyo de Francia al pretendiente se vio compensado por el de Inglaterra a Pedro I. Al cabo, el triunfo de aquél inauguraría en Castilla una dilatada tradición política de entendimiento con Francia. En el ámbito interior, la nueva dinastía habría de caracterizarse, ya desde el reinado de Enrique II (1369-1379), por el fortalecimiento del poder real en la línea iniciada ya por Alfonso X el Sabio y acabaría constituyendo el llamado ?estado moderno?, el considerable desarrollo del poder social y económico de la nobleza y el predominio de la corona de Castilla en el conjunto de los reinos hispanos.