Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Sinopsis
En el fondo, Fat City no va de boxeo. Es una historia universal de tristes realidades y autoengaños destructivos. Rebosa una lúcida consciencia de las oportunidades perdidas, los sueños frustrados, el malgasto de un tiempo precioso; toda perspectiva de futuro ha quedado reducida a cenizas por el camino. "Vivía en el Hotel Coma, que tal vez tomaba el nombre de algún fundador de la ciudad -un explorador de California o un pionero- o de algún inmigrante italiano fallecido mucho tiempo atrás que no fundó más que el hotel. Con independencia de a quién conmemorase, el hotel era un monumento mediocre, y Billy Tully no tenía inteción de quedarse allí. Seguía guardando la ropa limpia en la maleta que tenía sobre la cómoda, lista para abandonar aquel alojamiento por otro mejor a las primeras de cambio. A lo largo del año y medio transcurrido desde que le dejó su mujer había vivido en cinco hoteles. Observó desde la ventana el raquítico horizonte de Stockton -una ciudad de ochenta mil habitantes rodeada por pantanos, riachuelos y los terrenos cultivados del delta del río San Joaquín-., una vista de edificios de oficinas, chapiteles, chimeneas, torres de agua, tanques de gas y tejados bajos de residencias que se alzaban entre árboles sin hojas en medio de calles completamente planas. Desde su ventana veía hombres entrar y salir de bares y licorerías, cafés, tiendas de segunda mano y hoteles sin ascensor. Unas palomas del color mismo de las calles picoteaban en las canaletas, volaban entre edificios, iban de cornisa en cornisa y arrullaban en el alféizar de Tully. Su habitación era alta y estrecha. Marcas de cabezas grasientas oscurecían el papel pintado entre los barrotes del cabecero de la cama. La persiana estaba hecha trizas, la bombilla apenas daba luz y los vecinos parecián subrir todos alguna afección pulmonar".