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Sinopsis
Traten de ponerse por un instante en la piel de cualquier editor atento en el momento en que cae en la cuenta de que el manuscrito que está leyendo, salido del inagotable caudal de textos inéditos que invade su despacho, es una obra sobrecogedora, escrita con la maestría de un novelista ya en plena posesión de su estilo. Co mo no ocurre con frecuencia, imaginen su sorpresa, su deslumbramiento y finalmente su estado de euforia. Así apareció de repente hace unos meses Fuegos con limón, de Fernando Aramburu, quien estuvo escribiendo esta novela durante ocho años y que la envió sin otra recomendación que su nombre y su dirección en Alemania. En realidad, parecía que Aramburu iba para poeta, surrealista y ácrata, cuando a los veintidós años publicó dos libros de poemasAve sombra y El librilloen su ciudad natal. Pero luego decidió que más le valía reservar su ahínco y su tiempo para acercarse poco a poco, en sus propias palabras, a los diferentes objetivos literarios que he ido imponiéndome y a explorar su talento hasta encaminarlo con paso ya decidido hacia Fuegos con limón. Hilario Goicoechea inicia sus estudios universitarios en el convulso San Sebastián de fines de los años setenta. Hijo de una familia obrera, de la que le separan intereses y mutuos recelos, tímido por naturaleza, ha sido sin embargo tocado por el duende de la poesía. Por casualidad, entra a formar parte de un pintoresco cenáculo literario, La Placa, compuesto por jóvenes literatos, provocativos y arrogantes, que aspiran a encarnar todos los valores subversivos del Surrealismo y que, pese a su juventud, se mueven cómodamente en las aguas del arte y del pensamiento. Mientras fustigan el asfixiante filisteísmo cultural de su entorno, tratan de darse a conocer maquinando las invenciones más extravagantes. Con ellos, Hilario no sólo padecerá las urgencias del deseo y los celos, sino que comprenderá que nada importa tanto como una página bien escrita y que el viejo sueño de hacer arte de la vida, y vida del arte, siempre termina malparado ante la terca torpeza de la miseria cotidiana. Ironía, compasión y resentimiento, así como un constante humor no exento de crueldad, se dan cita en una novela ajena a modas y modos, en unas páginas de escritura minuciosamente cincelada y en las que cabe hallar resonancias tanto de la tradición picaresca como del más grotesco esperpento.