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Acaso resulte paradójico pensar que la batalla más importante de la historia de España (y, más allá, de Occidente) concluyera en fracaso, vencido don Rodrigo por el omeya Tariq en Guadalete. Desde entonces, dejando atrás el mundo antiguo, comenzó a forjarse su existencia como la nación histórica que es hoy, en un camino tan tortuoso como apasionante.
Una figura lo hizo posible: la del soldado que conquistó Sevilla de la mano de Fernando III, la del que resistió en Rocroi alistado en un tercio ante el asombro del francés, la del que desembarcó en Alhucemas resarciéndose del desastre de Annual.