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Sinopsis
La mayor parte del tiempo, el mundo es para el hombre un enemigo, un problema, no una fuente gratuita de alegría, no una ocasión de gozo. Ay de nosotros... Mientras seguimos mostrándonos hostiles, el mundo aparece igualmente ininteligible, sin luz. En este caso, en lugar de estar en él como sabios, lo habitamos como parásitos. [...] Quien nunca se haya detenido a admirar y alabar la luz, es mejor que no penetre en la vía alquímica. [...] Vivir es absorber la luz. Obsérvense las verduras de los huertos. Antes de volverse verdes estaban ocultas, eran virtuales, en la simiente. ¿Y qué es lo que hace que un duro y áspero granito se convierta en simiente? ¿Qué hace que la semilla se transforme en semilla? La necesidad de luz, que por poco que pueda estalla fuera de la corteza. [...] La vida sobre la tierra es luz que regresa a la luz.
Y la luz que ilumina el mundo, ¿cómo podría no ser luz para sí misma del mismo modo que lo es para nosotros? Y nosotros, cuando logramos abrazar el ciclo entero de la luz, es decir, cuando nos iluminamos, somos el lugar en el que la luz regresa a sí misma y sabe que regresa a sí misma. Observando como iluminados el pan que comemos, reconocemos en él el sol que lo ha extraído de la semilla, y si somos lo que comemos, somos luz que quiere regresar, por su parte, a sí misma.