Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Sinopsis
La batalla de Sekigahara, 1600. Armas de fuego y apogeo de los samuráis. La introducción de las armas de fuego occidentales en Japón por parte de los portugueses, conllevó no sólo la absorción de esta nueva tecnología sino un cambio sustancial del modo de combatir de los nipones. Los artesanos y herreros aprendieron y mejoraron el modo de fabricar sus arcabuces (allí conocidos como teppo o tanegashima, por ser el lugar donde primero se introdujeron), mientras que la clase militar samurái adaptó progresivamente sus tácticas al uso masivo de estas armas, equipando a grupos de ashigaru, infantes de clase baja sumamente versátiles, con ellas. La batalla de Sekigahara representa el punto álgido de los conflictos internos samuráis y evidencia un empleo significativo de la pólvora. Esta aceleración armamentística portaba el germen de la inestabilidad social, del fin del statu quo político y de la preeminencia marcial de la clase samurái. Tras ella, las armas de fuego serían controladas y el país cerrado a cualquier contacto con el exterior.