Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
El relato personal, lleno de emoción y amor, de dos artistas contemporáneos de primer nivel, los pintores Lucio Muñoz y Amalia Avia, vistos a través de la mirada de su hijo.
Sinopsis
«En este libro hablo de quiénes fueron mis padres y cómo fue mi vida con ellos. Uno debe escribir de aquello que más sabe, debe compartir, de la manera más honesta que sea capaz, la mejor historia que lleve dentro. En este momento esta era mi mejor historia, la de mis padres, la de mi origen. »Siempre he creído que en buena parte estoy hecho de pintura. Mis padres eran artistas plásticos y se conocieron y se enamoraron gracias a la pintura. En nuestra casa y en nuestra vida familiar la pintura estaba por todas partes. No había un espacio para ser pintores y un espacio para ser padres o para ser hijos. Todo estaba unido. Éramos hijos de la pintura. »Yo pasaba tardes enteras viéndolos trabajar en sus estudios, fascinado por el aspecto plástico y artesanal de su oficio. Me encantaba tener a unos padres tan diferentes a los de mis compañeros de colegio y dejaba que el aura que envolvía su trabajo creativo, con el reconocimiento que empecé a descubrir que tenía, me envolviera también a mí, como si el ser hijo de ellos fuera un mérito mío. Quería y admiraba mucho a mis padres, con sus personalidades tan diferentes y tan singulares, y deseaba quedarme todo el tiempo en su mundo fabuloso de artistas, de conversaciones y reivindicaciones políticas, de cenas, de viajes, de exposiciones aquí y allí. »El día en que murieron, mi padre en 1998 y mi madre en 2011, descubrí que yo no estaba hecho solo de pintura. La muerte no se llevó a los artistas, pero sí a las personas. El artista sobrevive, perdura para todos, pero el hijo que yo era había perdido a sus padres. Este libro trata de recuperar a esas personas y compartirlas con los demás.»