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Sinopsis
El continente africano está sometido a la vigilante mirada de sus antiguos y nuevos colonizadores. Nada se mueve, ni nada cambia, si no es bajo el consentimiento de sus admisitradores vitalicios, ya que cualquier cambio que lesione o ponga en peligro los denominados intereses económicos (garantizados, primero por la desfasada cooperación bilateral y , segundo, por la actividad de las empresas multinacionales en los Estados africanos) y estratégicos de los países industrializados, aunque en apariencia sea en beneficio de las poblaciones africanas hipócritamente denominadas francófonas, no podrá realizarse. Hace tiempo que los destinos de África fueron ya determinados. Y si hoy se presenta dicho continente como un espacio inseguro en los medios de comunicación, es porque los países europeos quieren o pretenden con ello la aquiescencia de sus acomodadas y ricas poblaciones en lo relacionado con la expoliación y explotación descarada y despiadada de los recursos de dicho continente. Ante estas poblaciones consumistas de los países occidentales, África aparece siempre como un espacio de hambruna, sequía, pandemias, conflictos, guerras, desertizaciones, golpes de Estado, campos de refugiado y de ensayo, negocios de armas, etc. Pero también es un continente de cultura, de ciencia, de convivencia armoniosa en su impuesta y estatal diversidad étnica en los Estados artificiales, etc., aspectos estos últimos ocultos por los medios de comunicación, porque podrían modificar la visión catastrofista que se tiene de dicho continente, sobre todo de los africanos despectiva e ideológicamente denominados subsaharianos.