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Sinopsis
Cuando leo los versos de Pepe Cercas tengo la impresión de que no pasara el tiempo, de que hoy es ahora y ayer, y mañana será lo que vuelve siempre como légamo o arcilla esencial que sedimenta, que tiene memoria. Me llena de admiración y sorpresa el uso que hace del campo semántico, las palabras que «osa» utilizar, fuera de toda moda y aplauso contemporáneo. Habla de ternura, de los padres, de alegría, dejando escurrir una música antigua de lentitud y ausencia y, aun así, nos ofrece una memoria asombrada como la del niño que cuenta sus canicas de cristal y, faltándole algún color, se llena de añoranzas.
() Estos poemas, suspendidos entre los recuerdos y el paisaje, el universal de el arcoíris como la cara más amable de la lluvia o el local y localista de los blancos cerezos del Jerte de «La vida se abre paso», o el delicioso eco del campo y su específico nombrarse, ese pasturaje, el cual indica una muy concreta demarcación, zona de pasto común, allí donde pasta y mansea el ganado, universo dehesa, resonancia de lugar y modo, el extremeño, en el cual nuestro amigo Cercas se siente tan arraigado, ejercicio mismo de su ser y estar.