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Sinopsis
Agnès Agboton emprende el hecho de contarse en este libro de memorias, siguiendo el ritual de la oralidad: en primer lugar se dirige a su público (sus hijos), les muestra la utilidad de lo que les contará (parte de sus orígenes) e inicia su relato, el relato de su vida por donde lo hacen los griot, por la genealogía. ¿Quiénes son los agasuvi, los hijos del leopardo? ¿De dónde vienen? ¿Qué lugar y situación ocupan en la historia del pasado Dahomey? Estamos, en definitiva, en presencia de un acto híbrido: el de contarse a través de contar.
Su escritura parece querer reflejar las condiciones de la oralidad, de tal manera que todo tipo de géneros se dan cita en ella: los cuentos para ejemplificar, los poemas para fijar, y hasta alguna que otra receta africana que devuelve a la narradora a sus æolores' ancestrales. Y no sólo los géneros son heredados de la oralidad; también lo son las técnicas que utiliza: desde dirigirse a sus hijos, como si de su auditorio se tratase, hasta la reproducción de onomatopeyas que aligeran las descripciones, pasando por la inserción de otros géneros, se diría que es una obra para ser "escuchada". Esto que formaría parte relevante de la interlengua como elemento propio a una escritura poscolonial, quizás sea esa la clave de esta escritora: se sabe, ante todo, narradora y, en sus presentaciones orales, se sumerge en "el otro lado del mar de arena" del que nunca se ha arrancado.