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Sinopsis
Hemos visto un cañón! dijeron los chicos a la madre. María les miró asustada y le reprochó a Nicolás que les llevara a ver esas cosas. Nicolás reconoció que tenía razón, pero ya era tarde para evitarlo [ ]. María les contó que había visitado la casa donde estaban alojados, tenía quince habitaciones, unas daban a la calle y otras a un jardín. En todas encontró gente como ellos, evacuados de los pueblos cercanos de Madrid, familias de Talavera, Torrijos, Getafe, Alcorcón, Illescas, Leganés. [ ] Vio más mujeres que hombres, pero los que más abundaban eran niños asombrados mirando los muebles y los cristales de las ventanas y los balcones, que eran de colores, con figuras de santos y castillos encajados como en un rompecabezas con barritas de plomo que unían las piezas. Atrapados en el cerco de Madrid en la fecha crucial del 7 de noviembre de 1936, cuando los nacionales inician su ataque sobre la capital por la Casa de Campo, los personajes a los que da vida José Aurelio Valdeón en Murieron los de siempre no sólo comparten un horizonte iluminado con resplandores amoratados y sucios de explosiones y descargas de fusilería. Les une también su pertenencia a una categoría de ciudadanos de a pie, personas sencillas pertenecientes a diferentes tendencias políticas y clases sociales, que, arrastrados por las consignas de cada bando, tuvieron horas de grandeza y horas de cobardía, vivieron y amaron, y se mataron entre sí. Y se salvaron arriesgando sus vidas . Entre los relatos de heroicidades y cobardías, protagonizados por bravos milicianos y canallas de retaguardia, monjas escondidas, sabias prostitutas, refugiados, obreros, quintacolumnistas, niños evacuados , los más jóvenes y las mujeres adquieren énfasis en el Madrid cerrado convertido en frente de guerra. El crimen y la delación, la muerte en combate, el bombardeo, el hambre y todos los desastres de la guerra los envuelven irremisiblemente, pero también un hilo de solidaridad y esperanza en un futuro mejor, que mantiene siempre vivos a los seres humanos. Escrita con un espíritu profundamente humano, su autor logra novelar los recuerdos de su experiencia personal, perfeccionar una prosa plena de lirismo y dejar para la bibliografía de la Guerra Civil un testimonio conmovedor y coral. Publicada en otro año histórico, el de 1975, esta novela ha permanecido durante mucho tiempo injustamente olvidada, por lo que es un honor acercarla al público actual. AUTOR José Aurelio Valdeón (1921-1982) nace en Benavente (Zamora) y pasa su infancia en diferentes ciudades, incluida Madrid. Tras acabar sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de San Carlos, decide matricularse en la Escuela Oficial de Periodismo, su genuina vocación. Desde sus inicios como redactor de la agencia Pyresa o reportero de la Última hora de la actualidad de Radio Nacional de España, llega a ocupar cargos ejecutivos como director del Diario Montañés de Santander o redactor jefe del diario Pueblo, a cuya redacción se incorpora en los años cincuenta para ser reportero de sucesos. Esta experiencia inspiraría las tramas policíacas de sus primeras novelas: Reportero de sucesos (1973; llevada al cine en 1976 y dirigida por Luis María Delgado) y Furor (1975). Tres años después publica Vida y milagro de Plácido Fortuna . En la novela coral Murieron los de siempre (1975), la obra que hoy reeditamos, documenta sus vivencias más intensas en el Madrid de la guerra, bajo la protección de una técnica narrativa que mezcla la ficción literaria con la crónica periodística. Lo hace desde la perspectiva de un joven de 14 años que, 39 años después, con el oficio de reportero, emplaza a personajes de todas las tendencias políticas en la fecha del 7 de noviembre de 1936, el día que comienza la gran batalla por la posesión de la capital. Y les da voz, desde el respeto y la equidad.