Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Sinopsis
El Panteón de los Ilustres Ilustrados comenzó siendo Un Libro Grande Para Gente Menuda allá por 2001, durante unas vacaciones estivales en Menorca. Rafa Sañudo, rodeado como estaba de su recién llegado hijo Pedro, ahijados, sobrinos y demás enanos de mal vivir, ideó un concurso con el que aderezar las tareas veraniegas que tan cruelmente les asignaban sus respectivos colegios. Consistía en dibujarles un personaje imposible, mostrárselo en un abrir y cerrar de ojos y que después cada uno de ellos dibujara su versión. Las interpretaciones de los chavales mostraban, como una radiografía en tecnicolor, sus fascinantes personalidades. Poco a poco el autor se encontró sofisticando el mensaje y aprovechando la oportunidad para colarles conceptos que le parecían importantes: lecciones para la vida. Empezó a crear viñetas que tenían una segunda lectura, y una tercera. Con cuatro años entendían una cosa, con diez otra, de mayores... de mayores ya no entendían nada. Eran frases con significados progresivos, para que cuando echasen la vista atrás, entendiesen los mensajes ocultos de aquel monigote que les divirtió de pequeños.