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Sinopsis
Nací el 1° de octubre de 1875 y desde este desarreglo empezó para mí un continuo vivir. La autenticidad de mi condición de solterón en ese momento fue indiscutida, pero yo le añadí el malhumor que la distingue, pidiendo inmediatamente en el idioma que no tiene filólogos el Libro de Quejas. [...] Puse mi nombre, y la fatuidad de tenerlo me distrajo de reflexionar que aquél era el Libro de Quejas de la vida.
Macedonio Fernández, desde su pórtico escondido, es el que más ha influido en las letras dignas de leerse, pues lo que él encontró es el estilo de lo argentino.
Del retrato de Ramón Gómez de la Serna.
Definir a Macedonio Fernández parece una empresa imposible; es como definir el rojo en términos de otro color; entiendo que el epíteto genial, por lo que afirma y lo que excluye, es quizá el más preciso que puede hallarse. Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir.
De la despedida de Jorge Luis Borges.