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Sinopsis
La mujer que habla, el yo de Personas en la sala, observa desde la ventana de su casa a tres mujeres instaladas en la sala de una casa en la acera de enfrente y enmarcadas por su propia ventana. Ella las estudia y espera con ansiedad el momento de instalarse nuevamente en su observatorio. Voyerista obsesionada con su propio espionaje, el resto de su vida va perdiendo entidad hasta que la irrealidad se convierte en centro de su existencia. Casi ningún dato tenemos de la activísima espía. Suponemos que es una mujer joven quizá porque sabemos que Norah Lange lo era cuando escribió Personas y por una actitud activa y febril en su espionaje. Si no fuera por esos datos la actitud de la fisgona nos llevaría más bien a imaginar a una mujer madura y solitaria, entregada al placer inmóvil de vivir a través de las vidas ajenas. Nos encontramos, pues, ante una especie de Gran Hermano avant la lettre que se produce con la misma puntualidad del programa televisivo: ella abre la ventana siempre a la misma hora para ver qué están haciendo en la pantalla las tres supuestas hermanas de la casa de enfrente.