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Sinopsis
Marcel Proust, además de crear una de las obras maestras de la literatura universal, será a lo largo
de su vida un lector impenitente y perspicaz, un empedernido cultivador de ensueños, un buen
conocedor de la historia y un aficionado al teatro. Hombre de memoria excepcional para la poesía,
era capaz de recitar largas tiradas de versos de sus poetas preferidos. Desde pequeño practicaba
con su madre un juego consistente en descubrir quiénes eran los autores de citas de la poesía y el
teatro clásicos. Y no solo leía, memorizaba o recitaba versos, sino que ya siendo estudiante hacía
circular los que él escribía entre sus condiscípulos del liceo y colaboraba en revistas de poesía que
él mismo y sus amigos íntimos confeccionaban. A lo largo de su vida, Proust escribió casi un
centenar de textos versificados de muy variada índole, pero solo publicó ocho poemas incluidos
como tales en su primer libro, «Los placeres y los días» (1896). Algunos otros fueron publicados en
gacetas juveniles. Aunque, respondiendo al famoso cuestionario inglés, un Proust adolescente
incluía «los versos» entre sus ocupaciones favoritas, lo cierto es que no tardaría en ir orientando su
carrera de escritor por los cauces de la prosa.