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Sinopsis
En la Francia de 1998, ante la fea y creciente moda de nombrar en femenino los oficios desempeñados por mujeres, como ministra, médica o abogada, la Academia dirigió una carta abierta al presidente de la República para que, sirviéndose de su «autoridad suprema», hiciera respetar las normas lingüísticas a todo el que ocupara un puesto en el seno del Estado. No hubo respuesta.
Ya en 2014, un diputado se dirige a la presidenta de la sesión parlamentaria con un «señora presidente» y ella le responde con un «señor diputada». Vuelve a darse la voz de alarma ante el temor a la contaminación de la lengua, pero un grupo de lingüistas responde que si hay algo en peligro de muerte no es el lenguaje, sino la Academia.
Si todo empezó con el inglés hace ya casi medio siglo, este libro hace un recorrido (con humor y rigor) por las principales soluciones y estrategias puestas en marcha en francés, portugués, italiano y, por supuesto, español para hacer de la lengua un lugar más igualitario. Porque la feminización del lenguaje tiene que ver menos con el respeto a las normas lingüísticas que con la conquista de la democracia y los espacios públicos por parte de la mujer. A pesar de la resistencia (y los insultos) de tradicionalistas y opinionistas.