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Sinopsis
El sindicalista que acusó a Lenin de la falta de libertad de su puedo, de su autoritarismo, del hambre en las calles rusas, del concepto de Revolución y su contraposición a la dictadura del proletariado. Aunque hoy sea una figura injustamente olvidada, Ángel Pestaña (San Tomás de las Ollas, 1886-Barcelona, 1937) fue secretario general de la CNT en repetidas ocasiones, fundador del Partido Sindicalista y Diputado en Cortes Generales por la provincia de Cádiz. Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, es un texto publicado originalmente en 1924, en el que se narra el viaje emprendido a Moscú, en 1920, para presentar la adhesión de la CNT a la Internacional Comunista, donde conocería a Lenin, Trotsky o Grigory Zinoviev. Pestaña, no obstante, encarnaba esa raza de desengañados del bolchevismo como el húngaro Arthur Koestler, de igual modo que manifestaba una repulsa a la tiranía leninista que se empareja con la de Rosa Luxemburgo, quien también quiso hermanar humanidad y revolución. Pese a todo, Pestaña relojero de profesión, produjo una honda impresión en los dirigentes bolcheviques, sobre todo en Lenin, que vieron en él a un obrero inteligente y austero, dotado de un profundo don de observación y de un indomable espíritu crítico. Este libro muestra la incisiva inteligencia de un hombre hecho a sí mismo que reflexiona sobre lo vivido en el corazón de la Revolución rusa; el análisis del español que se entrevistó con Einstein, Kropotkin, Víctor Serge e incluso con José Antonio Primo de Rivera, y que dedicó su vida -y le costó su muerte- a un inquebrantable sentimiento sindicalista y anarquista. AUTOR Ángel Pestaña (Santo Tomás de las Ollas, 1886-Barcelona, 1937). Fue secretario general de la CNT en varias ocasiones, fundador del Partido Sindicalista y diputado en Cortes Generales por la provincia de Cádiz. Desde su primer trabajo en las minas con 11 años, abordó distintos oficios: estibador en Marsella, fabricante de alpargatas en Argel o relojero. Al inicio de la Primera Guerra Mundial decidió emigrar a Barcelona y evitar ser enrolado en las tropas coloniales francesas. Allí, se afilió al sindicato de la metalurgia, y pronto participó en los mítines de propaganda organizados por el Comité Regional (CR) de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y colaboró asiduamente en la prensa cenetista. En 1917 fue nombrado director de Solidaridad Obrera y participó en la alianza CNT-UGT, que declaró una huelga revolucionaria en protesta contra el encarecimiento de las subsistencias. En 1920 viajó a Rusia para asistir a las sesiones del Segundo Congreso de la Internacional Comunista, donde trató personalmente a Lenin, Trotsky y Zinoviev. Al inicio de la guerra civil, se trasladó a Madrid. Fue partidario, como tantos otros, de renunciar a todo en aras de ganar la guerra al fascismo. Su salud, muy precaria desde el atentado de 1922, se fue deteriorando. Falleció en Barcelona el 11 de diciembre de 1937, mientras su hijo continuaba luchando en el frente. Poco antes de su muerte había reingresado en la CNT. Dejó escritas, entre otras, las obras: Lo que aprendí en la vida, Terrorismo en Barcelona, Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, Setenta días en Rusia