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Fuera del coche, Alicia, la mujer que lo acoge, le espera con una sonrisa amable y una mirada gélida. Para ella, la mina pertenece a una vida pasada de la que solo queda un amargo recuerdo. Cerrada años atrás, tuvo su origen en un pueblo detenido en el tiempo, desahuciado, casi deshabitado, y donde las casas se cierran todas las noches a cal y canto.
La brisa trae un susurro oculto entre las copas de los árboles; un océano sombrío que se alza frente al inquietante caserón donde a partir de ahora vivirá Dani, junto a esa mujer de la que nada sabe.