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Sinopsis
Si sois algo jinete (condición sine qua non); si contáis además con cuatro días y treinta duros de sobra, y tenéis, por último, en Navamoral de la Mata algún conocido que os proporcione caballo y guía, podéis hacer facilísimamente un viaje de primer orden, que os ofrecerá reunidos los múltiples goces de una exploración geográfico-pintoresca, el grave interés de una excursión historial y artística, y la religiosa complacencia de aquellas romerías verdaderamente patrióticas que, como todo deber cumplido, ufanan y alegran el alma de los que todavía respetan algo sobre la tierra. Podéis, en suma, visitar el Monasterio de Yuste.
Para ello (suponemos que estáis en Madrid), empezaréis por tomar un billete, de berlina o de interior, hasta Navalmoral de la Mata, en la diligencia de Cáceres, que sale diariamente de la calle de Correo de esta que fue Corte, a las siete y media de la tarde.
En 1873 el escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón toma la diligencia en Madrid y emprende un viaje al
Monasterio de Yuste. Según sus palabras, traza una «exploración geográfico-pintoresca» o «excursión historial y
artística», porque va anotando sus impresiones sobre paisajes y costumbres hasta llegar al apartado enclave que
el Emperador Carlos V escogió para retirarse al final de sus días. Una vez allí, con una prosa sencilla no exenta de fino humor, describe el estado del Monasterio y narra la historia desde su fundación y los avatares cotidianos durante los años en que alojó al ilustre huésped. El lector actual se encuentra en estas páginas una instantánea del estado de la comarca Vera a finales del siglo XIX, con intrincados accesos y feraces tierras, tesorera de un legado histórico aún por descubrir.