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Lucas normalmente es un tío despreocupado y seguro de sí mismo, y ahora tiene el ego herido. Las palabras de Nuria se quedan en su mente como un abejorro molesto, aunque se dice a sí mismo que al menos no tiene por qué volver a verla nunca más...
Pero el destino tiene otros planes para ellos: Nuria resulta ser la camarera del bar más cercano a su nuevo trabajo, y se va a apañar para sacarle de sus casillas a diario. Por si fuera poca tortura verla cada mañana, por culpa de Lorena también se va a ver obligado a trabajar con ella por las tardes, en temas... algo candentes. Es inevitable que, cuando se junten, salten chispas, pero ¿es mejor evitar arder o dejarse consumir por las llamas?